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Más allá de lo bello está lo sensible y lo profundo de un espectáculo que habla del amor, de la generosidad y de la maldad, conceptos universales puestos en escena con este ballet “Giselle”, tan diferente como sorprendente.

En esta ocasión, la obra está coreografiada por Akram Khan y cuenta con Tamara Rojo en el papel protagonista de la mujer humilde, que en esta versión se presenta como alguien más maduro y menos ingenuo que en sus anteriores ediciones.

El ballet clásico se reinventa, igual que el resto de manifestaciones artísticas, con un lenguaje más honesto, más actual y mucho más emocional, incluyendo pies planos, piernas paralelas y una representación mucho más gestual, con figuras formadas por los bailarines en grupo como si se tratara de alguna especie de organismo o tejido humano letal.

En este nuevo ballet “Giselle” hay menos figuras hieráticas, con las que apenas ya nadie se identifica. Y en cambio, encontramos más movimiento expresivo de brazos, piernas y cuerpo entero, que a momentos parece doblarse y retorcerse hasta un límite tan o más espectacular que al que el ballet clásico tradicional nos tenía acostumbrados.

ballet giselle

En esta obra, la imagen del muro de hormigón como límite impuesto y la distinción entre ricos y pobres nos remiten, aún hoy, a aquel tiempo en el que Berlín era una ciudad dividida y las masas indignadas se acallaban de cuajo al alzar la voz. Así empieza esta nueva versión de “Giselle”, que consta de dos partes muy diferentes.

ballet giselle

Si en la primera resulta virtuoso el equilibrio entre la fuerza que emana del movimiento y la gracilidad de los bailarines, en la segunda es estremecedor cómo se desarrolla la acción entre penumbras y a un palmo del suelo.

Es de agradecer que las bailarinas vayan abandonando sus tutús y empleen el vestuario para acompañar, embellecer o potenciar el cuerpo y sus movimientos, añadiendo expresión a la historia que se representa. En la primera parte de la obra no sólo no se ve ni una sola falda de tul, sino que todo el cuerpo de bailarines y bailarinas bailan en pie plano y, lejos de enmascarar el esfuerzo tras una falsa sonrisa, éste se muestra brutal y de forma contundente.

ballet giselle

La luz cálida, casi amarilla y la música mezclada con los sonidos propios de una fábrica nos transportan a un mundo industrial, que no deja indiferente al espectador, o por lo menos a mí, no.

Con suma belleza, con un lenguaje entre estremecedor y contundente, la obra nos traslada a un mundo gris, dividido por clases sociales, en un contexto más bien triste, pobre y con muy poca luz. Así, tanto la escenografía como la iluminación y la música, consiguen resultar interesantes y situar al espectador en modo expectante por ver cómo va a desarrollarse la acción.

ballet giselle

La segunda parte, cautiva sobre todo por el despliegue del submundo de las Willis, representado por una especie de espectros desaliñados con cierta actitud tribal, que se deslizan y bailan sin tener apenas contacto con el suelo, lo cual les da una apariencia extraña y algo sobrenatural. Del mismo modo que el primer acto, éste no tiene mucho más color ni alegría.

ballet giselle

Solamente el vestuario de los personajes ricos y con poder, presenta tonos limpios, aunque neutros, con un diseño exquisito y extravagante, que casi es, por sí solo, una obra de arte claramente inspirada en las Meninas de Velázquez. Aunque este vestuario ha recibido críticas por no jugar ningún papel en la obra, más allá de caracterizar a los personajes más poderosos, en mi opinión forma parte del espectáculo añadiéndole belleza, interés estético y fuerza expresiva. Pues, sin estos vestidos, igual que sin la música adaptada por Vicenzo Lamagna, el espectáculo no resultaría tan sorprendente. Sin duda sería igualmente un ballet de una calidad memorable, pero el decorado, las luces, el vestuario y la música son un plus que suma, y mucho.

Con todo, es una obra imperdible de una calidad extraordinaria, de esas que no dejan indiferente y que una desearía volver a ver para poder retener alguna porción más de esa belleza y esa emoción únicas, que tanto el cuerpo de bailarines, como todos los técnicos y profesionales involucrados han sabido crear.

 

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