Un viaje desde la obra al espacio vivido
No todas las exposiciones hablan de movimientos o estilos. Algunas, simplemente, nos obligan a mirar distinto.
Hace unas semanas visitamos La autonomía del color, en la Fundación Juan March, en Madrid. Una muestra que no repasa cronologías ni pone nombres en orden. Pone algo más esencial sobre la mesa: el color no como herramienta, sino como presencia.
El color como cuerpo, no como recurso
Recorriendo la exposición, sentimos una certeza: estos artistas no pintan formas. No buscan emocionar ni representar. Permiten que el color sea. Que exista sin tener que justificar su lugar.
A veces se presenta como un estallido visual, otras como silencio. Puede ser estructura o vacío. Puede pesar o flotar. Pero siempre tiene algo en común: su autonomía.
Klein nos obliga a rendirnos ante el azul. Kapoor nos arrastra al fondo del pigmento. Riley nos descoloca la mirada. Todos comparten un mismo impulso: convertir el color en acontecimiento, no en decoración.
¿Qué aprendemos de esto como interioristas?
Para quienes diseñamos espacios, esta exposición no solo inspira: nos exige más responsabilidad. El color no está ahí para agradar. No es solo un pantone más del catálogo. Es parte del espacio, con la capacidad de calmar, contener, tensar, acompañar o suspender el tiempo.
Por eso, el color en un proyecto no se impone: se escucha. Se decide en diálogo con la luz, con el lugar, con las personas. Se integra desde la percepción, no desde la costumbre. Porque cada tono comunica, incluso cuando parece no hacerlo.
No hace falta cubrirlo todo. A veces, una sola decisión cromática bien pensada transforma la atmósfera entera. Un plano tratado con precisión. Una textura que equilibra. Un tono que no compite, sino que acompaña.
Como en el arte, en interiorismo el color no tiene que explicar nada para ser esencial. Solo necesita atención, tiempo y mirada.



En Sezam Studio, lo entendemos así: el color no viste el espacio, le da sentido. No lo embellece: lo ordena emocionalmente. No lo llena: lo hace respirar.
El reto es usarlo con rigor, sensibilidad y propósito. Como quien elige una palabra en un poema. Como quien no quiere decir más de lo necesario, pero lo dice con verdad.
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